Cuando hemos decidido seguir las enseñanzas de Jesucristo en nuestras vidas, debemos ser conscientes que estaremos siempre bajo el juicio público. Todos estarán atentos a nuestras obras y juzgarán con severidad nuestros actos.
Hay dos cosas que podrían estorbar nuestro ejemplo: El peso y el pecado.
El peso son todos los pensamientos, confusiones, temores, orgullo, ansiedades, recuerdos; todo aquello que nos carga y no nos permite tener paz en nuestro corazón.
El pecado es aquello que nos persigue, todo lo que deseamos que está en desacuerdo con la voluntad de Dios, toda vanagloria y arrogancia.
La Biblia dice que si queremos ser luz en el mundo debemos despojarnos, esto quiere decir, soltar todos los pesos de nuestra vida y el pecado que nos persigue:
"Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia..." Hebreos 12:1
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