La Gracia se refiere a un regalo inmerecido. Es cuando nos dan algo sin que hayamos hecho ningún mérito para tenerlo sino por el simple y puro amor.
Imagina que quieres comprar el tiquete para entrar a un crucero y trabajas toda tu vida para obtenerlo y aún así no te alcanza el dinero; pero luego viene alguien y te lo regala solo porque sí.
Esa es la gracia. No importa cuánto hayamos hecho para ganar nuestra salvación, nuestros esfuerzos hubieran sido insuficientes; fue por eso que Dios nos la quiso regalar, solo porque nos ama no por nuestras obras ni por nuestros méritos; sino por quienes somos para Él.
Lo que tenemos que hacer es aceptar ese regalo mediante la fe en Jesucristo, su hijo, y cuidar ese boleto para que nos pierda en el camino; es decir, obedecer sus mandamientos y vivir de acuerdo a su Palabra.
Dicho de otra manera, debemos amar al otro porque Dios nos amó primero. La obediencia se convierte en un acto natural de uno que ha recibido el amor de Dios en su corazón y que, por tanto, tiene la capacidad y responsabilidad de irradiar ese amor al prójimo.
El que ama es el que ha creído en Jesús, es el que ha aceptado su gracia y es el que alcanza la salvación. Pero el que no ama en realidad no ha conocido a Dios.
La Biblia dice que: "En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados. Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros." 1 Juan 4:9-11
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